Al escuchar “Movimiento estacional”, el nuevo EP de los sevillanos Tannhäuser, y al contemplar la portada que lo acompaña, a cargo de Davis Rodríguez, he recordado este poema de Walt Whitman, que es especial para mí porque al leerlo descubrí que nunca iba a ser una científica y que, sin embargo, sería siempre poeta para bien o para mal. Nunca podría medir lo celeste, siempre me quedaría demasiado absorta ante la extraña belleza de las estrellas: mi objetivo no sería explicarlas, sino dejar constancia de su sorprendente ambigüedad.
El paralelismo es claro: el nuevo EP de Tannhäuser está, como el poema, plagado de referencias a la geometría, aritmética y astronomía (una pasión que ya se dejaba ver en su LP “Para entonces habrás muerto” (FOEHN, 2009) y en el propio nombre de la banda). Pero hay más parecidos: el texto de Whitman habla de alguien que escoge entre dos caminos posibles. También Tannhäuser, después de tocar en festivales como Primavera Sound, Monkey Week o South Pop y tras ganar el “Circuito Pop-Rock de la Junta de Andalucía”, varían su sonido, se mueven y descubren en este EP qué van a ser de mayores. Así, muestran cuatro rostros distintos, juegan con cuatro evoluciones posibles de su sonido como cuatro caras posibles de la luna, como cuatro futuros para su música, representados por las cuatro canciones que conforman el disco, y en este juego descolocan todas nuestras previsiones y nos dejan admirados y mudos, como Whitman ante el vasto e impenetrable paisaje nocturno.
Astronomía y música, ciencia y arte. La conexión no es un capricho de Tannhäuser. La palabra aritmética proviene de arithmos, que significa ritmo. En la música, como en los astros, las variaciones y repeticiones construyen tantas melodías como futuros posibles de esos “movimientos estacionales”. Sin embargo, la ciencia busca el patrón en las fluctuaciones, la uniformidad, la tendencia o dirección, los ciclos repetitivos. Por eso, reduce la inmensa realidad a número, que significa ley y norma.
Pero todo movimiento tiene en realidad un principio de caos y libertad, una ruta imprevista, y esa es la que interesa al artista y la que nos lleva al camino tomado por Whitman, al perplejo y hermoso silencio. Así me he quedado yo al escuchar estas cuatro canciones, grabadas en directo en los Estudios Eureka de Córdoba con Fernando Vacas y Javier Jiménez (Limousine). Porque Tannhäuser se han salido del ciclo, han abandonado lo esperable y firman cuatro temas complejos y asombrosos que no es posible etiquetar bajo el rótulo del post-rock, el kraut o el ambient, de referencias como Sigur Ros, Seefeel o Stereolab. El movimiento es inesperado, polifacético y propio: desde temas más movidos y jazzeros, incluso juguetones (Eslovaquia, Error y culpa), hasta los más introspectivos y delicados, como Ceremonia o mi favorito, Ártica, donde la geometría se hace inexpugnable porque entra en el terreno indefinible de la emoción y ya no hay patrones ni evolución sonora, sino una delicada, hermosísima revolución y revelación.
Este EP no cabe en etiquetas, hay que escucharlo como el poeta mira al cielo: en silencio perfecto, agradecido ante su rara belleza.
Podéis comprarlo aquí.
El paralelismo es claro: el nuevo EP de Tannhäuser está, como el poema, plagado de referencias a la geometría, aritmética y astronomía (una pasión que ya se dejaba ver en su LP “Para entonces habrás muerto” (FOEHN, 2009) y en el propio nombre de la banda). Pero hay más parecidos: el texto de Whitman habla de alguien que escoge entre dos caminos posibles. También Tannhäuser, después de tocar en festivales como Primavera Sound, Monkey Week o South Pop y tras ganar el “Circuito Pop-Rock de la Junta de Andalucía”, varían su sonido, se mueven y descubren en este EP qué van a ser de mayores. Así, muestran cuatro rostros distintos, juegan con cuatro evoluciones posibles de su sonido como cuatro caras posibles de la luna, como cuatro futuros para su música, representados por las cuatro canciones que conforman el disco, y en este juego descolocan todas nuestras previsiones y nos dejan admirados y mudos, como Whitman ante el vasto e impenetrable paisaje nocturno.
Astronomía y música, ciencia y arte. La conexión no es un capricho de Tannhäuser. La palabra aritmética proviene de arithmos, que significa ritmo. En la música, como en los astros, las variaciones y repeticiones construyen tantas melodías como futuros posibles de esos “movimientos estacionales”. Sin embargo, la ciencia busca el patrón en las fluctuaciones, la uniformidad, la tendencia o dirección, los ciclos repetitivos. Por eso, reduce la inmensa realidad a número, que significa ley y norma.
Pero todo movimiento tiene en realidad un principio de caos y libertad, una ruta imprevista, y esa es la que interesa al artista y la que nos lleva al camino tomado por Whitman, al perplejo y hermoso silencio. Así me he quedado yo al escuchar estas cuatro canciones, grabadas en directo en los Estudios Eureka de Córdoba con Fernando Vacas y Javier Jiménez (Limousine). Porque Tannhäuser se han salido del ciclo, han abandonado lo esperable y firman cuatro temas complejos y asombrosos que no es posible etiquetar bajo el rótulo del post-rock, el kraut o el ambient, de referencias como Sigur Ros, Seefeel o Stereolab. El movimiento es inesperado, polifacético y propio: desde temas más movidos y jazzeros, incluso juguetones (Eslovaquia, Error y culpa), hasta los más introspectivos y delicados, como Ceremonia o mi favorito, Ártica, donde la geometría se hace inexpugnable porque entra en el terreno indefinible de la emoción y ya no hay patrones ni evolución sonora, sino una delicada, hermosísima revolución y revelación.
Este EP no cabe en etiquetas, hay que escucharlo como el poeta mira al cielo: en silencio perfecto, agradecido ante su rara belleza.
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Inés Olalla
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