'Uno' EPYoConVoz 2011
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'Otro' EPYoConVoz 2011
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Sugerente manera de empezar una carrera discográfica la de Violeta Castillo.
Dos EP’s separados, de cinco canciones cada uno. El formato doble suele ser producto de la enorme proliferación del artista, que cuenta con un material tan vasto que no le alcanza con un sólo disco o, también, de una intención conceptual, en el que cada disco representa un lado diferente del artista. Pero los discretamente titulados Uno y Otro no parecen incluirse en ninguno de los casos mencionados.
Son dos EP’s cortitos, que juntos no llegan a la media hora de duración. Tampoco se basan en el concepto de escisión del artista, puesto que ambos revelan el mismo estilo cancionero, y Castillo bien podría haber incluido todo en un único álbum.
Discusiones tontas acerca del formato aparte, a la hora de diseccionar su(s) debut(s) discográfico(s) hay que ir directo a las canciones. Pequeñas piezas de cantautora pulcramente producidas (hay rasguidos serenos de guitarra, pero también líneas de bajo pulposas y bleeps electrónicos), que esquivan la necesidad de adornos ampulosos y ponen el acento en las melodías y las letras. A veces hasta se ignora el concepto de “estrofa-puente-estribillo”, aunque siempre conservando a las canciones en el ámbito del pop.
Algunas piezas, en una primera escucha, pueden parecer demasiado breves como para dejar una impresión duradera (por ejemplo, La batalla del movimiento) pero paulatinamente éstas exhiben su gracia. Esa gracia puede venir de las letras de Violeta, precisas en cuanto a su sobriedad y que, en algunos casos, pueden decir en pocas líneas lo que para otros significarían mamotretos inabarcables. Esto pasa sobre todo con el bocadillo romántico La madera (Te vi partir una madera con el canto de la mano, pero sabé que nunca precisé muestras de tu fuerza. Amor mío, cuidá las manos con las que me acariciás) y la reflexión bonsai sobre el cambio en Alfiler (Encontré un alfiler y me pinché un dedo para ver si cambié. Hay cosas que no cambian, la sangre salió igual de colorada).
Otras canciones sobresalen por alcanzar algo más parecido a un gancho pop. El súmmum de esto es Mi cárcel, que con un poco de suerte y mucha difusión le puede hacer competencia en las radios a cualquier hit de Julieta Venegas. Mientras tanto, ponemos la lupa sobre Violeta Castillo y su exquisito mundo cancionero, esperando que al dar sus próximos pasos siga el consejo que ella misma da en su Sin frutillas: afirmando el volante y sin dar marcha atrás.
Podéis comprarlo aquí.
Dos EP’s separados, de cinco canciones cada uno. El formato doble suele ser producto de la enorme proliferación del artista, que cuenta con un material tan vasto que no le alcanza con un sólo disco o, también, de una intención conceptual, en el que cada disco representa un lado diferente del artista. Pero los discretamente titulados Uno y Otro no parecen incluirse en ninguno de los casos mencionados.
Son dos EP’s cortitos, que juntos no llegan a la media hora de duración. Tampoco se basan en el concepto de escisión del artista, puesto que ambos revelan el mismo estilo cancionero, y Castillo bien podría haber incluido todo en un único álbum.
Discusiones tontas acerca del formato aparte, a la hora de diseccionar su(s) debut(s) discográfico(s) hay que ir directo a las canciones. Pequeñas piezas de cantautora pulcramente producidas (hay rasguidos serenos de guitarra, pero también líneas de bajo pulposas y bleeps electrónicos), que esquivan la necesidad de adornos ampulosos y ponen el acento en las melodías y las letras. A veces hasta se ignora el concepto de “estrofa-puente-estribillo”, aunque siempre conservando a las canciones en el ámbito del pop.
Algunas piezas, en una primera escucha, pueden parecer demasiado breves como para dejar una impresión duradera (por ejemplo, La batalla del movimiento) pero paulatinamente éstas exhiben su gracia. Esa gracia puede venir de las letras de Violeta, precisas en cuanto a su sobriedad y que, en algunos casos, pueden decir en pocas líneas lo que para otros significarían mamotretos inabarcables. Esto pasa sobre todo con el bocadillo romántico La madera (Te vi partir una madera con el canto de la mano, pero sabé que nunca precisé muestras de tu fuerza. Amor mío, cuidá las manos con las que me acariciás) y la reflexión bonsai sobre el cambio en Alfiler (Encontré un alfiler y me pinché un dedo para ver si cambié. Hay cosas que no cambian, la sangre salió igual de colorada).
Otras canciones sobresalen por alcanzar algo más parecido a un gancho pop. El súmmum de esto es Mi cárcel, que con un poco de suerte y mucha difusión le puede hacer competencia en las radios a cualquier hit de Julieta Venegas. Mientras tanto, ponemos la lupa sobre Violeta Castillo y su exquisito mundo cancionero, esperando que al dar sus próximos pasos siga el consejo que ella misma da en su Sin frutillas: afirmando el volante y sin dar marcha atrás.
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Genial!
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