-Canciones para el fin de una especie-
Limbo Starr 2006
Limbo Starr 2006
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Si algo transmitía con claridad el primer disco de Pal, "Factores que Afectan el Equilibrio" era, precisamente, que sólo era el comienzo. Pese a sus propios encantos y méritos, contenía la suficiente visión y la suficiente transparencia en las influencias, como para intuir que en el seno del jovencísimo cuarteto habitaba un amplio margen de mejora y un enorme potencial.
Aquel era un debut estupendo, pero parecía que lo mejor estaba por llegar.
Al parecer, "Canciones Hacia el Fin de una Especie" resultó un parto difícil, una ardua tarea de creación y grabación. Sin embargo, a la vista del pulido y contundente resultado, no parece que fuese por no tener las ideas claras, sino más bien al contrario. Finalmente, “Canciones...”, su primer disco en estudio (“Factores...” era una maqueta puesta de largo) se revela como uno de los discos mejor producidos, producidos de verdad, de los surgidos desde el indie español en años. Mimando a conciencia cada una de las canciones, muy diversas entre sí, el sonido surge de los altavoces nítido, rotundo, orgulloso y encantando de haberse conocido, vibrante, carnoso y casi enorme.
Una vez más, los mandos y los consejos de Paco Loco se convierten en un arma infalible. Pero no sólo eso. Porque estos nuevos Pal aparece atados mucho más en largo a sus propias influencias, hasta el punto de que muchas veces parecen andar ya completamente sueltos. Han construido y arreglado cada canción en función de sus propias necesidades, haciendo uso de un arsenal de recursos que denota una melomanía intensa, exquisita, pero de gustos muy precisos. Siguen resultando una banda de rock de mucha pureza y nervio, también muy psicodélicos y con gusto por los desarrollos “espaciales” e hipnóticos y las atmósferas turbias.
Y así se abre el disco con la estupenda “Cuenta Atrás”, que se precipita hacia la primera catarsis de electricidad. Pero la irrupción discreta en el segundo corte de “Un Hilo de Wolframio”, un medio tiempo acústico, que parece remitir a su compañero de giras y sello (e invitado en el disco) Nacho Vegas da a entender que se ha abierto, y mucho, el campo de visión en el objetivo de Pal.
En las letras se ha producido uno de los mayores saltos de calidad de Pal. Este es un disco apocalíptico, oscuro y pesimista, con pretensiones de captar un momento angustioso y algo así como constatar la definitiva caída de la humanidad por el desagüe que ella misma se ha procurado (impagables las “liner notes”). Con resultados por momentos algo desiguales, en esta empanada envenenada “post milenaria” sin embargo hay muy buenos hallazgos y, sobre todo, se construye con solidez cierta un tono general perfectamente inteligible. Sin embargo, y eso ya no es demérito suyo, en pocos momentos pueden ser más efectivos al respecto que con el collage de voces captadas en un falso azar de los desinformativos televisivos en “Punk TV”, y que retrata, sobre un fondo musical vibrante, la estupidez circundante en su estado más puro. El resultado es una delicia de genuino espíritu punk. Salta también de nivel la voz de Carlos Toronado, que muta en función de las circunstancias y que adquiere por momentos un mimetismo interesante con el gran Josele Santiago (notablemente en “Hombre Milenario”).
Detrás de él, y con él, el sonido del grupo no es sólo también maleable, sino que cuando se requiere más contundente que nunca, con cortes repletos de nervio y riffs de escuela Stooges como “Artista del Trapecio”, o de puro rock hipnótico como “Ya Te Llegan”, con un coda casi kraut que es una joya, la singular “Punto de Penalty”, un corte que se precipita hacia la catarsis sin encomendarse a nada más que a su propia necesidad y un piano digno de “Satanic Majesties' Request”, y “2+1 o el Espacio de lo Posible”, en el que Kike Pierrot desencadena con su batería una espiral en perpetuo movimiento de cualidades magnéticas. Incluso se perciben influencias más recientes como el ritmo entrecortado y nervioso de “Hombre Milenario”, su “Idioteque” particular. Por el camino que lleva a la cumbre final, no sólo se han venido en apoyar en sus propio talentos, sino que invitan a quien haga falta, sin que ninguna de las colaboraciones resulte superflua: desde la voz de Cristina Plaza, o los arreglos precisos de cuerda de Remate, a la estupenda trompeta de Roberto García (Clint), etc. Para cuando tomamos contacto con una balada acústica psicodélica casi digna de la Incredible String Band como “Homo Demens”, el catálogo de ideas exhibido ha sido tan amplio, que estamos ya desprovistos por completo de capacidad de sorpresa, pero también encantados. Y finalmente, la apoteósica “Dios Oppenheimer”, se convierte en el “tour de force” del disco, una maraña intensa de guitarras y angustia, con la ayuda de Nacho Vegas en las voces, que destila las esencias temáticas y sentimentales del disco a la perfección.
En dos movimientos, Pal ha saltado al primer nivel, tozudos como mulas en su empeño en hacer cosas de las que poderse sentir orgullosos. Y de “Canciones Hacia el Fin de una Especie” se pueden sentir más que orgullosos.
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Aquel era un debut estupendo, pero parecía que lo mejor estaba por llegar.
Al parecer, "Canciones Hacia el Fin de una Especie" resultó un parto difícil, una ardua tarea de creación y grabación. Sin embargo, a la vista del pulido y contundente resultado, no parece que fuese por no tener las ideas claras, sino más bien al contrario. Finalmente, “Canciones...”, su primer disco en estudio (“Factores...” era una maqueta puesta de largo) se revela como uno de los discos mejor producidos, producidos de verdad, de los surgidos desde el indie español en años. Mimando a conciencia cada una de las canciones, muy diversas entre sí, el sonido surge de los altavoces nítido, rotundo, orgulloso y encantando de haberse conocido, vibrante, carnoso y casi enorme.
Una vez más, los mandos y los consejos de Paco Loco se convierten en un arma infalible. Pero no sólo eso. Porque estos nuevos Pal aparece atados mucho más en largo a sus propias influencias, hasta el punto de que muchas veces parecen andar ya completamente sueltos. Han construido y arreglado cada canción en función de sus propias necesidades, haciendo uso de un arsenal de recursos que denota una melomanía intensa, exquisita, pero de gustos muy precisos. Siguen resultando una banda de rock de mucha pureza y nervio, también muy psicodélicos y con gusto por los desarrollos “espaciales” e hipnóticos y las atmósferas turbias.
Y así se abre el disco con la estupenda “Cuenta Atrás”, que se precipita hacia la primera catarsis de electricidad. Pero la irrupción discreta en el segundo corte de “Un Hilo de Wolframio”, un medio tiempo acústico, que parece remitir a su compañero de giras y sello (e invitado en el disco) Nacho Vegas da a entender que se ha abierto, y mucho, el campo de visión en el objetivo de Pal.
En las letras se ha producido uno de los mayores saltos de calidad de Pal. Este es un disco apocalíptico, oscuro y pesimista, con pretensiones de captar un momento angustioso y algo así como constatar la definitiva caída de la humanidad por el desagüe que ella misma se ha procurado (impagables las “liner notes”). Con resultados por momentos algo desiguales, en esta empanada envenenada “post milenaria” sin embargo hay muy buenos hallazgos y, sobre todo, se construye con solidez cierta un tono general perfectamente inteligible. Sin embargo, y eso ya no es demérito suyo, en pocos momentos pueden ser más efectivos al respecto que con el collage de voces captadas en un falso azar de los desinformativos televisivos en “Punk TV”, y que retrata, sobre un fondo musical vibrante, la estupidez circundante en su estado más puro. El resultado es una delicia de genuino espíritu punk. Salta también de nivel la voz de Carlos Toronado, que muta en función de las circunstancias y que adquiere por momentos un mimetismo interesante con el gran Josele Santiago (notablemente en “Hombre Milenario”).
Detrás de él, y con él, el sonido del grupo no es sólo también maleable, sino que cuando se requiere más contundente que nunca, con cortes repletos de nervio y riffs de escuela Stooges como “Artista del Trapecio”, o de puro rock hipnótico como “Ya Te Llegan”, con un coda casi kraut que es una joya, la singular “Punto de Penalty”, un corte que se precipita hacia la catarsis sin encomendarse a nada más que a su propia necesidad y un piano digno de “Satanic Majesties' Request”, y “2+1 o el Espacio de lo Posible”, en el que Kike Pierrot desencadena con su batería una espiral en perpetuo movimiento de cualidades magnéticas. Incluso se perciben influencias más recientes como el ritmo entrecortado y nervioso de “Hombre Milenario”, su “Idioteque” particular. Por el camino que lleva a la cumbre final, no sólo se han venido en apoyar en sus propio talentos, sino que invitan a quien haga falta, sin que ninguna de las colaboraciones resulte superflua: desde la voz de Cristina Plaza, o los arreglos precisos de cuerda de Remate, a la estupenda trompeta de Roberto García (Clint), etc. Para cuando tomamos contacto con una balada acústica psicodélica casi digna de la Incredible String Band como “Homo Demens”, el catálogo de ideas exhibido ha sido tan amplio, que estamos ya desprovistos por completo de capacidad de sorpresa, pero también encantados. Y finalmente, la apoteósica “Dios Oppenheimer”, se convierte en el “tour de force” del disco, una maraña intensa de guitarras y angustia, con la ayuda de Nacho Vegas en las voces, que destila las esencias temáticas y sentimentales del disco a la perfección.
En dos movimientos, Pal ha saltado al primer nivel, tozudos como mulas en su empeño en hacer cosas de las que poderse sentir orgullosos. Y de “Canciones Hacia el Fin de una Especie” se pueden sentir más que orgullosos.
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Cuenta atrás
Un hilo de wolframio
Artista del trapecio
Hombre milenario
Punk TV
Punto de penalty
2+1 o el espacio de lo posible
Ya te llegan
Homo demens
Dios Oppenheimer
(...)
ESCUCHAR - DESCARGAR
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